Cuentan que en un lugar muy lejos de aquí se estaba librando una guerra muy violenta. En ese país había un rey que era temido por todo el mundo.
Cuando el rey tomaba prisioneros, tenía una manera muy particular de castigarlos. Los llevaba al medio de un salón largo de forma rectangular, en uno de los extremos más largos del salón posicionaba a sus arqueros. En uno de los extremos más corto paraba al prisionero y frente al prisionero quedaba una tenebrosa puerta de hierro adornada con figuras de cadáveres cubiertas en sangre.
Una vez en el salón, el rey les decía que tenían dos opciones: cruzar a lo largo del salón mientras sus arqueros le lanzaban las afiladas flechas y si lograban cruzar, al abrir la puerta tenían la opción de morir por lo que les esperaba detrás de aquella tenebrosa puerta de hierro.
Al final, todos los prisioneros escogían la misma opción: morir en manos de los arqueros. A todos les daba miedo conocer lo que se escondía detrás de la tenebrosa puerta de hierro y acababan escogiendo las flechas.
Pasó el tiempo y, cuando la guerra ya había acabado, uno de los arqueros del rey sintió mucha curiosidad por saber qué había detrás de la puerta. Un día, se acercó al rey y le preguntó:
-Alteza, ¿puedo preguntarle algo?
-Claro, arquero. Dime.
-Alteza, ¿qué hay detrás de la puerta?
-Compruébalo tú mismo- le contestó el rey.
El soldado, temeroso se acercó hasta la tenebrosa puerta de hierro, a medida que iba abriendo la puerta, rayos de sol se abrían paso entre sus pies. Se sorprendió al ver un largo camino que se alejaba de la fortaleza.
El rey se acercó a él y le dijo: Detrás de la puerta estaba la libertad. Yo les dejaba elegir entre morir por las flechas o morir en libertad, pero ninguno se atrevió a abrir la tenebrosa puerta de hierro y correr el riesgo de ver qué había detrás de ella.
Nunca dejes que el miedo robe tu libertad.
Cuando el miedo se apodera de nosotros no nos permite abrir la puerta que conduce a nuestra libertad. Quizás uno no muere literalmente, pero cada día mueren nuestras ilusiones, nuestros sueños y aquellas esperanzas que un día le dieron dirección y sentido a nuestras vidas.
El miedo no siempre llega de repente, también llega de forma sutil, disfrazándose tras ideas o creencias de poca utilidad práctica como, por ejemplo, “ya no tengo edad para eso”, “yo solo soy precavido/a” “Es que yo he vivido mucho” “Yo solo soy realista”, “más vale mal conocido que bueno por conocer” etc. Cuando nuestro sistema de defensa se moldea con ideas y creencias mal formadas es como vivir en un castillo de arena; Creamos una gran fortaleza que aparenta protegernos de altos riesgos sin darnos cuenta de que edificamos fronteras que solo alimentan nuestra vulnerabilidad y miedo que limitan el acceso a nuestra libertad.
Nuestro ego, cual función inicial es protegernos, no nos deja ver que nuestro castillo es de arena (si no, piense…a casi nadie le gusta aceptar que puede estar equivocado). Nos aferramos junto aquellas ideas o creencias que nos alejan del camino que conduce a nuestra felicidad.
Quizás porque nuestras adoptadas creencias o ideas parecen ser más tangibles que nuestros sueños y proporcionan un falso sentido de pertenencia y no nos permite deshacernos de ellas a cambio de lo que no observamos detrás de nuestra puerta de hierro.
Hoy es fácil tener acceso a encontrar esa liberta y esa felicidad que tanto se necesita. La Terapia de Resolución Acelerada o (ART) como se le conoce por sus siglas en inglés, es un método rápido y efectivo que le puede ayudar a edificar un sólido puente de acceso a su felicidad sin tener que cruzar un aterrador salón lleno arqueros a cambio de su libertad.

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